Este curso, nuestra escuela ha iniciado el camino hacia una nueva forma de evaluar, la evaluación formativa. Ésta, entiende que cuando se inicia un proceso de aprendizaje, lo habitual es que se cometan errores, pero unos estudiantes son más capaces que otros de superarlos. La diferencia básica entre ellos es que unos saben evaluarse (regularse), mientras que otros han desarrollado sistemas para aprender poco eficientes.

No tiene sentido esperar a que cuando el alumnado resuelve problemas, escribe un texto y responde a cuestiones, lo haga bien a la primera, por muy bien que se haya enseñado cómo hacerlo. El verdadero problema didáctico no reside tanto en explicar de forma idónea cómo se resuelve un tipo de problema, en diseñar un buen experimento para que los estudiantes recojan pruebas, o en escoger textos que contengan informaciones adecuadas, sino en cómo ayudar a cada alumno o alumna para que sea ​​capaz de regular las dificultades con las que se encuentra al realizar las tareas que se deriven. La evaluación que queremos conseguir es la que funciona formativamente, buscando ajustar la enseñanza y el aprendizaje, de forma que ésta pueda ser significativa.

Esto significa que el equipo docente de la escuela MDP Igualada, en el diseño de una actividad de aprendizaje, planifica cómo promover que el alumnado “entienda por qué no lo ha entendido”, lo que implica dedicar tanto o más tiempo en la evaluación-regulación de la actividad que en su realización inicial. Conlleva un cambio de perspectiva, ya que no se evalúa al alumnado, sino las dificultades detectadas, buscando entender —profesorado y alumnado— por qué la primera producción (y, a veces, la segunda y la tercera) no estaba bien del todo.

Algunos de los instrumentos que hemos utilizado a lo largo de este curso escolar han sido los diarios de clase, los portafolios o las check list.

¡Con ganas de seguir con este viaje!